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viernes, 4 de diciembre de 2015

Simbolismo

Le agradecería muy sinceramente que la próxima vez que me rompa el corazón, lo haga literalmente. Tome algo con filo y rompa mi piel. Por ciertas experiencias, debo decirle que tiene que ejercer bastante presión para que corte sin problemas. Y según una radiografía, mi corazón está bastante centrado, así que corte por mi seno izquierdo, pero muy cerca al centro de mi pecho. Luego, quiebre el tórax. Supongo que esos huesos son bastante resistentes. Podría usar un alicate o un martillo para fracturarlos. Pero prefiero que los quiebre de otra forma que a golpes. Es solo un favor. Después de haber quebrado el tórax, no debería encontrar obstáculos para romperme el corazón.

Si le fastidia tener tanta sangre en las manos, se puede limpiar. Aunque sería absurdo, pues luego se va a llenar más de sangre. Mejor haga de tripas corazón. Por cierto, no se preocupe, yo no intervendré en el procedimiento. Seguiré tratando de no gritarle, ni llorar muy desesperadamente. Y otro favor (disculpe que sea tan exigente, me gusta que hagan las cosas bien): rómpame el corazón con sus propias manos, sin instrumentos. A este favor sí le pido especial consideración. Que sus dedos desconecten las arterias, que sus uñas atraviesen el miocardio, que en las arrugas de sus manos queden residuos de mi corazón. ¿No le parece más simbólico? De todas formas, solo son favores, usted decide cómo hacerlo.

Lo que sí le asevero es que esta súplica es real: que la próxima vez me rompa el corazón literalmente, en vez de solo obligarme a escribir mucho para no morirme de sentimiento. Estoy segura de que ese tipo de dolor es el que más prefiero soportar. El único que realmente sé padecer.

lunes, 16 de noviembre de 2015

A la espera

Una parte de mí se quedó estancada en el atardecer en el que comprendí que no volvería. Se quedó a la espera eterna de escuchar las llaves atadas a su cinturón anunciando su regreso de la misa. Se quedó en ese momento en el que me di cuenta de que el mundo había cambiado. Puedo recordar lo común que era escuchar ese tintineo y compararlo con lo que ahora desearía escucharlo de nuevo.

El bambuco y las canciones viejas inevitablemente me lo recuerdan a usted. Afortunadamente, aprendí a recordar lo lindo para no llorar cada vez que las escucho. Pero Pueblito viejo y un recuerdo tibio, como sus tiernas aunque toscas manos, que me encharca los ojos.

Me parece asombroso que haya pasado tanto tiempo. Ya estoy caminando la segunda mitad de una década sin usted. Pero el recuerdo de sus abrazos sigue como si fuesen tan recientes. Y ahora encuentro un significado para "viejo" que se me sale por los ojos.

Creo que me gusta el vino porque a usted también le gustaba. Aunque a usted le gustaba dulce, muy dulce, y a mí me gusta seco. Supongo que prefiero las bebidas y los alimentos al clima porque a usted le gustaban así también. Todavía escribo sobre usted y llevo el conteo de los años de vida que habría cumplido: 93. Todo lo bueno que hago, lo anoto a su memoria. Y, en contra de mis creencias, pero a favor de las suyas, esperando que valga de algo para su alma, voy a misa cada año. Son mis intentos por que siga vivo. Aun así, no alcanza para tener otro abrazo suyo. Nunca alcanzará ya.

Necesitaba apaciguarme con estas letras, los golpes de pecho no valen de nada. Ya debo seguir con la rutina. El estudio, algunos bares, las personas, los gatos y la espera de que vuelvan a sonar sus llaves.