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viernes, 4 de diciembre de 2015

Simbolismo

Le agradecería muy sinceramente que la próxima vez que me rompa el corazón, lo haga literalmente. Tome algo con filo y rompa mi piel. Por ciertas experiencias, debo decirle que tiene que ejercer bastante presión para que corte sin problemas. Y según una radiografía, mi corazón está bastante centrado, así que corte por mi seno izquierdo, pero muy cerca al centro de mi pecho. Luego, quiebre el tórax. Supongo que esos huesos son bastante resistentes. Podría usar un alicate o un martillo para fracturarlos. Pero prefiero que los quiebre de otra forma que a golpes. Es solo un favor. Después de haber quebrado el tórax, no debería encontrar obstáculos para romperme el corazón.

Si le fastidia tener tanta sangre en las manos, se puede limpiar. Aunque sería absurdo, pues luego se va a llenar más de sangre. Mejor haga de tripas corazón. Por cierto, no se preocupe, yo no intervendré en el procedimiento. Seguiré tratando de no gritarle, ni llorar muy desesperadamente. Y otro favor (disculpe que sea tan exigente, me gusta que hagan las cosas bien): rómpame el corazón con sus propias manos, sin instrumentos. A este favor sí le pido especial consideración. Que sus dedos desconecten las arterias, que sus uñas atraviesen el miocardio, que en las arrugas de sus manos queden residuos de mi corazón. ¿No le parece más simbólico? De todas formas, solo son favores, usted decide cómo hacerlo.

Lo que sí le asevero es que esta súplica es real: que la próxima vez me rompa el corazón literalmente, en vez de solo obligarme a escribir mucho para no morirme de sentimiento. Estoy segura de que ese tipo de dolor es el que más prefiero soportar. El único que realmente sé padecer.