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jueves, 3 de noviembre de 2016

Carta

"Mano firme cuando escribe una carta de amor" Marta Gómez.
De cuando me enamoré y escribí para alguien:


Desde que te quiero, hay margaritas creciendo en mi estómago, hay abejas polinizando mi corazón. Mi interior se ha vuelto un jardín.
Desde que te beso, está en mis pulmones un aliento que no es extraño, es mío, pero no se produce en mí. Tengo también los labios más gastados, pero más vivos. Y las pupilas se me dilatan con más frecuencia.
Desde que me quieres, aunque el mundo entero sigue siendo igual de desesperanzador y de excitante, mis demonios parecen estar domados, puestos bajo un letargo.
Gracias por mi jardín interior, por mi fisiología alterada y por mis demonios domeñados.

Simone.

sábado, 23 de julio de 2016

Heridas y cicatrices

He hecho un descubrimiento de una forma inusual, nunca pensé aprender algo del acné. Desde la adolescencia, he tenido problemas con él, pero solo en los últimos años me empezó a afligir. Hace un tiempo, tuve un ataque fuerte de acné en mi cara, me lastimó mucho. Después de eso, la piel quedó vulnerable, se dañó y debilitó.

Siempre he sentido la necesidad de remover lo que interrumpa la tersura de mi piel. Si el carmesí se asoma en el proceso, no me atormenta, pues es algo más natural y bello que lo que fue necesario retirar. Esta manía agravó considerablemente el ataque de acné referido, pues sus manifestaciones eran claros transgresores de mi ideal de piel y las eliminaba tan pronto las detectaba. Como el ataque fue tan fuerte, aparecían en mi rostro granos nuevos y peores muy frecuentemente y yo no cesaba de quitarlos sin considerar consecuencia alguna más que la inmediata. Terminé con heridas poco probables de curar completamente, puesto que eran reabiertas una y otra vez. Cuando di con un tratamiento que neutralizó el problema, las lesiones por fin pudieron sanar, solo que de una forma torpe (la única forma posible) y las cicatrices resultaron bastante visibles y algunas, profundas.

Los tejidos de esa piel quedaron afectados en su capacidad para sanar apropiadamente las laceraciones venideras. De eso me fui percatando después, cuando la remoción de un pequeño grano significaba un gran esfuerzo para cicatrizar. La piel también quedó más propensa a ser herida. Ahora, por tanto, mi piel es fea y débil y yo, ocasionalmente, experimento tristeza y enojo frente a espejos y algunas fotos.

Un día, me estaba mirando al espejo mientras consideraba algunas cuestiones del amor y revisaba que mi cara hubiese quedado bien lavada. Encontré unas espinillas y decidí que lo más pertinente era eliminarlas. Me herí cerca de donde ya tenía una herida y la lastimé un poco. Seguía con mi pensamiento en los otros asuntos, pero me di cuenta de lo que estaba haciendo: siempre estaba abriendo llagas y agrandando cicatrices, y no solo eso, también hacía a mi piel cada vez más vulnerable e incapaz de sanar. En ese momento, llegué al descubrimiento. Miré el reflejo de mis pupilas y pasé mi mirada por mi piel dañada. Por unos instantes, no hice más, contemplé: la piel de mi cara es la metáfora encarnada de mi alma.

lunes, 11 de julio de 2016

Navidad

En la casa del frente, ya es navidad. Es natural, ya empezamos diciembre, aunque para ellos, es navidad desde hace varias semanas. Cada que me siento a la mesa, veo la navidad ajena a través de los cristales de las ventanas, la vista me trae recuerdos de épocas más felices, de mi niñez, quizás.

Ellos ya pusieron guirnaldas, armaron el árbol, cambiaron los adornos usuales por los de temporada y se ven más felices cuando se reúnen en la mesa para las comidas. También pusieron las luces en las ventanas e hicieron un día de aseo general extremo para dar una bienvenida digna a las visitas decembrinas. Puedo asegurar, además, que los veo abrazarse con más frecuencia y calidez.

Estoy almorzando, los veo y es inevitable sentir una insinuación de nostalgia. Me desacomodo, estiro el brazo y alcanzo una servilleta del servilletero no navideño de mi mesa, pues no hay nadie que me haga el favor de alcanzarla por mí. Es que en la casa del frente, ya es navidad, pero de este lado del cristal, solo es invierno.

viernes, 1 de enero de 2016

Ginna

Delineador para las cejas y los ojos
labios aumentados con lápiz rojo
contorno para la gruesa mandíbula
y una gargantilla sobre la clavícula

Los tirantes sobre los anchos hombros
del vestido brillante, violeta y corto.
Apenas alcanza las fuertes piernas
tal atuendo de noche y fiesta

Los tacones están a la altura
de su fortaleza y su manicura.
Queda radiante y con aire de diva
sale en la noche, quizá a la deriva

Antes de irse, se mira al espejo
se bendice mirando el reflejo
“Que Dios me guarde y ampare”
dice disfrazada una voz grave

A dos cuadras de la disco de moda
por el andén en que su figura asoma
un hombre se cierra la bragueta
la mira, maldice, los puños aprieta

Corre a esperarla en la esquina.
En silencio, sorprende a Ginna.
Dice algo sobre civismo y moral
ahoga el grito y entierra el puñal

Dos policías que rondan la calle
observan todo el suceso en detalle.
Como a manera de fútbol, comentan
se ríen y siguen la ronda sin pena

A Ginna nadie la espera en casa
por la cuadra ni preguntan qué pasa
¿Cuántas Ginnas en mi ciudad?
¿Cuántas memorias las querrán albergar?